En mula, lancha o caminando, se propuso llevar estos lugares a 200 veredas afectadas por el conflicto. Para él, las bibliotecas siembran semillas de paz y lectura en los territorios.
Henry García es el coordinador del Proyecto Bibliotecas Públicas Móviles.
Mauricio Alvarado - El Espectador
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¿Hace cuánto trabaja con las bibliotecas?
Empecé en 2011 en la Biblioteca EPM, una muy grande e importante de Medellín. De ahí pasé a crear todo un proceso de formación para la población, porque las bibliotecas tradicionalmente han prestado los servicios que todos conocemos, pero las bibliotecas modernas están para más que eso. Estuve en la Red de Bibliotecas Públicas de Antioquia y ahora en el Ministerio de Cultura.
Está en un proyecto para llevar bibliotecas a las zonas veredales. ¿De dónde surgió esa idea?
En mitad de 2016, cuando se comenzó a conocer el tema de las zonas veredales, en el marco de la implementación de los acuerdos, debíamos llegar con unas estrategias de respuesta rápida para atender esas comunidades y aportar al proceso de reincorporación de la guerrilla de las Farc a la vida civil. Es ahí cuando la Biblioteca Nacional acude a un aliado internacional, que es Bibliotecas Sin Fronteras, para trabajar en un proyecto de bibliotecas públicas móviles. En marzo del 2017 ya teníamos las 20 bibliotecas públicas operando en 20 de las 26 zonas veredales y puntos transitorios de normalización que se implementaron.
¿Qué aportes hace una biblioteca a una zona veredal?
Teníamos dos objetivos en lo práctico. Brindar servicios bibliotecarios, que por lo general ocurren en los cascos urbanos y en las ciudades, y llevarlos a las zonas de más difícil acceso en Colombia, porque son bibliotecas lejanas con condiciones de infraestructura vial complejas y en territorios donde en muchos casos ni siquiera se conocía la palabra biblioteca a causa del conflicto. El otro objetivo era poder aportar al proceso de reincorporación de los excombatientes de las Farc.
¿Cómo han acercado el significado de biblioteca a la gente?
Había un interés en lo que nosotros íbamos a llevar, pero también desconocimiento, porque no se había llevado un computador, no se había visto una película en la vereda o no se conocía técnicamente qué era una biblioteca. Si uno no conoce una biblioteca, no la necesita, pero cuando esta llega las personas se dan cuenta de lo importante que es. Nosotros llegábamos con una infraestructura móvil y esas mismas comunidades se han encargado de construir espacios fijos. Fue con la ayuda de las comunidades que lo pudimos hacer, porque ellos mismos generaron los recursos para poder construir una biblioteca.
¿Por qué una biblioteca no puede tener fronteras?
Una biblioteca pública no debe tener fronteras ni barreras porque es un espacio para todos, que no debe discriminar raza, sexo, color, etnia, cultura o condición social. Las bibliotecas públicas en Colombia incluso son algunos de los espacios que mejor representan la Constitución Política del país, porque son plurales, multiculturales y abiertos, y están dispuestas para que cualquier colombiano pueda beneficiarse de todo lo que allí sucede.
La nueva fase del proyecto es Bibliotecas públicas para las veredas y caminos de paz.
Llegamos con 20 bibliotecas a unas veredas de municipios fuertemente afectados por el conflicto. Cuando las inaugurábamos llegaba el presidente de la biblioteca cercana para preguntar por qué la nueva biblioteca estaba en ese lugar, si ellos también habían sido afectados por el conflicto. Lo que hicimos fue empezar a hacer visitas y adelantar servicios de extensión comunitaria. Logramos llegar a 176 veredas el año pasado, en mula, en lancha, en moto, en bicicleta o caminando.
¿Cómo han cambiado las bibliotecas a las comunidades?
Siempre que se habla de cultura tenemos relatos anecdóticos muy bonitos. Pero antes de ingresar a los territorios contratamos una evaluación de impacto con el Centro Nacional de Consultoría para comparar cómo cambian las veredas en términos de capital social cuando llega una biblioteca, es decir, cómo se fortalecen las relaciones de las personas que habitan en esos lugares. Encontramos que una biblioteca aporta sustancialmente a fortalecer y a recuperar mejor el tejido social de estas comunidades que se vio fracturado por el conflicto.
¿Cuál es la diferencia de las necesidades de una biblioteca dentro de la ciudad con una que esté inmersa en una zona rural?
Hay diferencias en términos de infraestructura, pero la principal está en función de qué es lo que debe hacer. Una biblioteca en la ciudad como la EPM puede trabajar en el desarrollo de servicios más especializados para públicos como estudiantes universitarios o colectivos culturales. En el campo el enfoque de los servicios cambia porque el nivel de alfabetización es diferente. Están llamadas a conectar la ruralidad con el mundo de lo urbano para atender las necesidades que tiene el campo y que a veces le dificultan su avance por la forma en la que ha estado el campo.
Artículo tomado de elespectador.com | Colombia 2020
Por: Juliana Gil Gutiérrez - @juliigil