Carlos Lemoine y su hijo Pablo, con la experiencia del Centro Nacional de Consultoría, escribieron un libro, editado por Planeta, que será lanzado en la Feria del Libro.
Sin un tema central que se haya convertido en el eje de la campaña, los candidatos presidenciales, a pesar de sus extensos programas de gobierno, se dedicaron a acusarse unos a otros, a valerse del declive para apoderarse de sus votos. No obstante, en realidad, los dos grandes enemigos de los aspirantes para llegar a la Casa de Nariño no aparecen en el tarjetón, pero sí causan mucho daño: el miedo y la frustración.
Así lo demuestra el libro ¿Cómo conseguir el voto de los colombianos?, escrito por Carlos Lemoine, director del Centro Nacional de Consultoría, y su hijo Pablo David Lemoine. Ellos usaron el bagaje de años midiendo la percepción de los colombianos para analizar cómo la pandemia de la covid-19, los obstáculos del proceso de paz, la migración venezolana y la difícil situación económica crearon una bola de nieve de frustración y miedo, que podría arrollar a los candidatos, pero también se convierte en una oportunidad para renovar la esperanza en los ciudadanos.
La publicación, editada por Planeta y que será presentada en la Feria del Libro, toma como ejemplo lo sucedido en Perú y en Chile para mostrar cómo el temor de los ciudadanos y la rabia ante las pocas respuestas a sus necesidades terminaron llevando a la presidencia a personas ajenas a las estructuras políticas tradicionales.
“La política se trasladó a la calle, un escenario que no solo contempló las vías y las plazas, sino el espacio virtual de las redes sociales, que tomaron fuerza por una acelerada apropiación digital. Sin embargo, las protestas no tuvieron una respuesta adecuada ni de los líderes ni de las instituciones, y, por lo tanto, quedó una sensación de frustración”, explicó Carlos Lemoine.
La frustración se incrementó tras la pandemia, que no solo significó pérdidas humanas, sino que condenó a millones de colombianos al hambre. Los candidatos tendrán que ser audaces para sentir empatía hacia unos ciudadanos que han perdido tanto que perdieron hasta la esperanza.
“En el primer año de la pandemia, cinco millones de colombianos perdieron su empleo y una gran cantidad de empresas se vieron obligadas a cerrar. En todas las capitales del país, el número de hogares que consumía tres comidas diarias antes de las cuarentenas disminuyó ostensiblemente durante la emergencia, sobre todo en Santa Marta, Barranquilla y Cartagena, en donde la reducción osciló entre el 30 por ciento y el 50 por ciento. Es decir, la crisis dio paso al hambre como un problema grande y nuevo en Colombia”, dice el libro.
Claro que el texto, más que concentrarse en los problemas, busca dar algunas fórmulas para los aspirantes a ocupar un cargo de poder, pero, sobre todo, para que quienes lo logran no se conviertan en un nuevo foco de frustración, como ha ocurrido recientemente en Chile.
Por ejemplo, a fin de combatir el hambre, los Gobiernos optaron por los subsidios, pero, según Carlos Lemoine, esta es una solución momentánea y de doble filo.
“Aun cuando los subsidios son necesarios, inevitablemente generan una mayor dependencia del Estado, lo cual también es una condena. Mientras la gente dependa de los subsidios, continuará siendo pobre”, señala el documento.
Las campañas exitosas –narra el libro– no lo son por el equilibrio en el manejo de todos los asuntos que preocupan a los ciudadanos. Les basta desarrollar un tema que inspire a la gente, que la mueva. Los comedores comunitarios y el lema “Bogotá sin indiferencia”, de Luis Eduardo Garzón, son un buen ejemplo de ello. Para todos los bogotanos era un alivio saber que la gente que padecía hambre tenía cómo satisfacerla.
De esta manera, Carlos Lemoine sugiere que temas como proteger a los líderes sociales puede que no sean una prioridad durante el proceso electoral, “pero sí puede ser un rasgo diferenciador del candidato que enamore a la gente y lo lleve a la presidencia”.
Cuando se les pregunta a los ciudadanos su opinión sobre los líderes, ninguno de estos alcanza una imagen favorable del 50 por ciento. Todos se rajan.
En medio de este panorama, muchos candidatos prefirieron alejarse de los partidos, pero también han fracasado en las urnas. Los partidos no están muertos, sugiere el libro. Que la política esté en la calle no significa que se ignore la existencia de una estructura partidista, que cuenta mucho porque tiene organización y tiene votos.
“A sabiendas de que hay una política en la calle y unos partidos que tienen vigencia, hay que encontrar la manera de hacer diálogo con los dos”, puntualiza el libro.
Artículo tomado de semana.com
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