A. El Impacto Económico
1. Los datos objetivos
En Colombia el desempleo ha sido un problema recurrente para el cual ningún gobierno ha sido capaz de encontrar una respuesta, pero es el indicador económico que más golpea a la población.
El impacto del coronavirus en términos de empleo ha sido enorme. En abril de 2019 el país tenía 21´896 millones de puestos de trabajo. En abril del 2020, como consecuencia de la pandemia, este número se redujo a 16´525 millones de puestos de trabajo, es decir, las decisiones del encierro forzoso eliminaron más de 5´3 millones de puestos de trabajo.
Si se tiene en cuenta que en 2019 el país tenía 2´5 millones de desempleados, se hace clarísimo que el coronavirus abocó al país a una crisis de empleo sin precedentes. Las cifras de puestos de trabajo perdidos son: Bogotá 1´3 millones, Medellín 446.000, Cali 396.000, Barranquilla 146.000 y Bucaramanga 81.000.
Estas cifras se hacen más penosas cuando se observa cómo se ensañan con los segmentos de la población que tradicionalmente han tenido mayores problemas de empleo: las mujeres tienen hoy 6´473 millones puestos de trabajo y han perdido 2´6 millones, es decir, el 41 %; los hombres hoy tienen 10´5 millones de puestos de trabajo y perdieron por el coronavirus en abril 2´7 millones, es decir, el 26 %. Con la misma población, los hombres tienen 66 % más puestos de trabajo que las mujeres.
El caso de los jóvenes es proporcionalmente más severo: los menores de 24 tienen 1´350 millón de puestos de trabajo y han perdido 712.000, es decir, el 54 % de sus puestos de trabajo. Podría decirse que en materia de empleo se da el efecto Mateo: “al que menos tiene, más se le quita”.
Es evidente que en este proceso cientos de miles de pequeñas empresas han perdido sus trabajadores y su viabilidad económica.
2. Las percepciones del impacto económico
Una encuesta realizada por el Centro Nacional de Consultoría -CNC- en 5 ciudades: Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Cartagena, muestra que 1 (uno) de cada 3 hogares siente que su ingreso disminuyó y 1 (uno) de cada 2 de los restantes teme que se reduzcan sus ingresos. Hay coherencia entre la percepción de las familias y las cifras de pérdidas de empleo.
Además, por ejemplo, en Cartagena 1 (uno) de cada 4 hogares teme no tener dinero para pagar la comida; en el promedio de las 5 ciudades un 13 % está en esa situación, es decir, que buena parte de la población vulnerable está ante un riesgo cierto de llegar al hambre.
3. La intervención del Estado para mitigar la tragedia económica
El gobierno ha sido diligente en acudir a la angustia económica de los hogares; en efecto, el 16 % de ellos dice haber recibido auxilios para aliviar su situación económica, sin embargo, las ayudas tropiezan con limitaciones por el nivel de información e identificación de la población vulnerable.
Otros factores que contribuyen negativamente son: la incertidumbre sobre la permanencia de la pandemia y la aún mayor incertidumbre sobre la recuperación económica.
En el país, al comienzo de 2019 se calculaba en 3´5 millones las personas que tenían ingresos por debajo de la línea de pobreza extrema monetaria, que consistía en tener un ingreso mensual inferior a los $118.000 pesos.
Si se supone que las familias pierden ingresos en forma proporcional a la manera como pierden empleos, esto implicaría con los datos del DANE, que en abril del 2020 cerca de 7 millones sería la población en situación de extrema pobreza monetaria, que es una población en claro riesgo de caer en situación de hambre.
A esta preocupación por el hambre de la población debe agregarse la especial preocupación por la nutrición de los niños de los colegios oficiales, quienes en su mayoría dependen de las raciones que suministra la institución educativa y que la pandemia ha afectado de manera profunda.
De la experiencia de otros países resulta urgente pensar en tres tipos de programas:
Un programa vigoroso de regreso al campo que le permita a quienes lo han dejado en razón de los desplazamientos, regresar a él.
Un programa vigoroso de obras públicas y de construcción de vivienda.
El establecimiento de la renta universal para la población campesina de los estratos uno y dos. Este programa ha sido ensayado en varios países africanos y en zonas pobres de grandes ciudades con resultados positivos y sin efectos colaterales negativos.
B. El Problema de Salud Pública
1. Los hechos
El país ha estado confinado por disposición del gobierno, sin embargo, en la semana del 15 al 20 de junio el número de infectados en un día pasó de 2.124 en junio 16 a 3.059 en junio 19, y de 59 fallecidos a 95, es decir, en tres días suben un 50 % los contagiados y casi se duplican los fallecidos. Las dos últimas cifras (3.059 y 95) son superiores, lo cual indica que en Colombia la pandemia está en una etapa claramente expansiva.
Otros países ya han dominado la pandemia. En efecto, el número de fallecidos es de un dígito y los contagiados al día vienen en descenso: España, Italia, Noruega, Nueva Zelanda, Islandia.
A pesar de su prologado encierro, las cifras en Colombia no ceden. Para tener una aproximación al horizonte, hay hechos positivos: en ningún país el número de contagiados ha llegado al 1 % de la población. En España, uno de los países más golpeados, el número de contagiados llegó a 250.000 con una población de 40 millones, es decir el 0,6 %, y para Italia esta cifra es aún menor, lo cual sugiere que la pandemia no será fatal, pero indudablemente causará bastante más daño que el causado, y será doloroso.
La mortalidad en Colombia ha mantenido niveles inferiores al promedio mundial.
2. Las percepciones
En una reciente encuesta nacional, el 45 % dijo que en su opinión lo peor estaba por venir. Las cifras les dan la razón.
En cuanto al temor por la pandemia, cerca al 50% de los entrevistados considera muy grave o mortal adquirir la enfermedad. El comportamiento acompaña al miedo en cuanto que la gente cambió de hábitos: no se da la mano al saludar, se usa la careta cuando se sale a la calle, sin embargo, en plena cuarentena casi una de cada tres personas salió del hogar.
Terminada la cuarentena con el virus en su mayor punto de agresividad, resulta crucial una drástica campaña pedagógica encaminada al cuidado personal para no adquirir la pandemia y de protección de los hogares para impedir que el covid-19 entre a ellos.
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