El matemático bogotano llega a las librerías con su nueva publicación, 'El arte de conversar'.
“El arte de conversar, si se mira bien, se confunde con el arte de vivir y nos hace bien ser conscientes de ello y apreciar y cultivar ese arte. Somos lo que conversamos. Además, nos gusta conversar”, explica el matemático Carlos Lemoine Amaya, fundador del Instituto de la Conversación y del Centro Nacional de Consultoría.
A lo largo de su vida como investigador, Lemoine viene reflexionando sobre este tema. Todas esas variables que conforman el proceso de diálogo entre las personas y las sociedades, Lemoine ahora las reúne en su nuevo libro El arte de conversar. “Este libro busca expresar aprecio por el arte de conversar. La conversación es un arte porque tiene reglas, algunas de las cuales buscamos descubrir. Necesita trabajo y compromiso con ella para hacerla bella e inspiradora”, anota.
Este libro es, además, una herramienta más que se une al proyecto del Instituto de la Conversación, fundado por Lemoine, que viene adelantando un valioso trabajo en escuelas regionales y pueblos del país, que buscan crear conciencia sobre este “arte”. Que va más allá de establecer un contacto con otra persona. Hay conversaciones sociales, empresariales, poéticas, con uno mismo y hasta con máquinas.
¿Es cierto que construimos nuestro mundo con nuestra conversación?
La conversación es el ambiente en que vivimos los seres humanos. Humberto Maturana, el célebre biólogo chileno que dedicó parte de su vida a la biología del lenguaje acuñó el aforismo “Vivimos en el mundo que creamos con nuestra conversación”. El aforismo tiene el respaldo científico de la biología, pero también coincide con la experiencia cotidiana, pues a un buen día lo definen una o dos conversaciones gratas que nos abren caminos, y a un mal día lo define un desencuentro en la conversación. Si construimos la vida con nuestras conversaciones es porque ellas tienen poder y el poder genera responsabilidad. Recíprocamente, hacernos responsables de nuestras conversaciones nos da poder. De eso se trata el libro El arte de conversar.
Precisamente, usted fundó el Instituto de la Conversación. ¿En qué consiste?
No es fácil ser persona. Los humanos hemos construido, a través de miles de años, una cultura en la que los instintos no son suficientes para vivir. Si a los pájaros el instinto les da para construir sus nidos, a nosotros el instinto no nos basta para construir nuestra vida con nuestras conversaciones. El Instituto de la Conversación busca desencadenar positivamente el poder de la conversación y usar de manera responsable su poder, pues necesitamos entrenamiento. En el caso de Colombia, este entrenamiento es aún más necesario, pues la violencia en los territorios ha dejado una cultura de silencio que, como nube negra, llega hasta los colegios y escuelas.
¿Las empresas y las comunidades también necesitan entrenamiento en conversación?
Claro. En el caso de las empresas, el impulso de una cultura de diálogo, de integridad y cumplimiento acelera las decisiones que la cultura autoritaria pospone y hay que entrenar para introducir y mantener una cultura de diálogo. La naciente sociedad civil en Colombia ha iniciado innumerables procesos de diálogo, pero está lejos de saber aplicar con solvencia la conversación basada en hechos, que se convierte en acciones y transforma la realidad.
¿Hay conversaciones, que van más allá del interlocutor que tenemos en frente? La conversación humana no se restringe a la que tenemos con nuestros interlocutores. Los seres humanos somos conscientes de que la vida y el ser son misterios, y nos demos cuenta o no, tenemos un diálogo con ese misterio. Cuidar esta conversación para mantenerla positiva, es como para los agricultores cuidar el suelo, no fatigarlo, para lograr que las semillas den cosecha. Por lo demás, si se considera la inmensidad del universo y el cuidado con que nos trata, permitiéndonos dormir en la noche, caminar, ver y pensar, no da trabajo sentir gratitud y amistad con la vida.
Usted destaca una conversación clave: la que tenemos con nosotros mismos… Abraham Lincoln decía que aspiraba a ser al final de sus días amigo de sí mismo. Esta reflexión expresa bien nuestra observación de la conveniencia de que en la conversación que tengamos con nosotros seamos buenos amigos. Si esto se logra, está abonado el terreno para tener una conversación constructiva con los demás. ¿Cómo conversar con nosotros mismos? Todos sentimos muchas veces nuestras vidas estrechas. Hay muchas maneras de sacudir esa sensación. Tal vez la primera es habitar nuestro cuerpo y oírlo. Marguerite Yourcenar decía que es “el cuerpo el que le enseña al alma”. Sentir el cuerpo nos reanima. La conversación con nosotros se facilita y fluye cuando caminamos. Steve Jobs, para encontrar salidas a dificultades, caminaba. En algunos colegios para resolver problemas de profesores y alumnos caminan juntos hasta resolverlos. La naturaleza permanentemente nos envía mensajes sobre su dimensión y su belleza. Estar atento a ellos amplía nuestro mundo.
En resumen, ¿cuáles son las conversaciones esenciales que tenemos? Martín Buber, un famoso filósofo judío de comienzos del siglo pasado, postula que tenemos tres conversaciones básicas: la que tenemos con la vida, la que tenemos con nosotros mismos y las que tenemos con los demás.
¿Qué tan importante es esa conversación con los demás? En la conversación con los otros nos volvemos personas. Buber lo decía bellamente: “El ser humano necesita ser confirmado en su ser por el otro ser humano”. Este es un proceso continuo que en cada momento se está dando para ser en cada momento la persona de ese instante. En cada momento la persona representa algo nuevo, algo que nunca existió, original y único. Ese cambio es la evanescencia de la vida, cambiante siempre e irrepetible. ¿Qué nos aporta conversar? De las conversaciones que tenemos cada momento con nosotros mismos y con la vida emergen las motivaciones que son importantes porque nos determinan la manera de ver hechos y la construcción de nuestras acciones. Por ejemplo, cuando nos motiva el miedo todo lo percibimos como amenaza, cuando tenemos odio todo lo percibimos como ofensa.
Además, conversar es la base de las relaciones humanas. ¿Cierto? Claro. Dos relaciones valen la pena subrayar: La de los padres con los hijos, pues en efecto, cuando se pregunta a los padres qué es lo que más les alegra en la vida, la respuesta más frecuente es “conversar con los hijos”. Recíprocamente, el diálogo con la madre permanece aún después de la muerte. Como ejemplo, a Humberto Maturana ya en su vejez le preguntaron si había tenido miedo y respondió que no porque su madre siempre lo había querido, el diálogo interno con ella lo sostenía. ¿Cómo debe ser el diálogo con la pareja? La conversación de pareja también amplía el mundo, ella es un zurcido de años de construcción de alegrías, de misiones compartidas, pero decir y sentir que nos alegra la compañía del otro es la mitad del proceso. Dos ingredientes a ella se agregan: la pasión y la incertidumbre. Rilke da una bella mirada a esta última dimensión: “Sé paciente con todo lo que no está resuelto en tu corazón/ Trata de amar las preguntas/ No busques ahora respuestas/ Que no pueden darse porque no podrías vivir con ellas/ El punto es vivirlo todo/ Vive en las preguntas ahora/ Tal vez un día lejano, sin notarlo vivas en las respuestas.”
A propósito, ¿hay también una conversación poética? Creo que existen dos mundos: el factual que nos rodea, que podemos medir y calcular. La conversación poética se refiere a ese otro mundo de lo posible y de las evocaciones. Necesitamos la conversación poética para hacer posible lo que no existe. La conversación poética construye los sueños compartidos que crean equipos, unen comunidades y conectan generaciones. El sueño americano es un buen ejemplo de ello. La búsqueda de la felicidad es una conversación poética que construye comunidad. Sobre el lenguaje poético siempre existe recato para usarlo. Wislawa Szymborska nos ayuda: para ella es preferible el ridículo de escribir poemas al de no escribirlos. Las empresas necesitan el lenguaje poético para imaginar sus posibilidades, los pueblos para construir los sueños que los unan. Las personas para aproximarse al sentido de sus vidas.
Usted también anota que hay una “conversación de acción”. ¿Cómo es esa? Una suspicacia que se tiene sobre la conversación es que ella queda en palabras. No es así, existen las conversaciones para la acción en que se construyen compromisos y la integridad de las personas que se compromete hace que se vuelvan acciones y transformaciones. La conversación de acción es simple: alguien solicita a otro una acción, el otro acepta y promete cumplir lo que se le ha solicitado, se hacen claras las condiciones de cumplimiento de la solicitud y en virtud de su integridad quien promete cumple su compromiso y se cierra el ciclo. (Quien hizo la promesa haciendo explícito que la cumplió y quien solicitó agradeciendo el recibo a satisfacción de lo solicitado). La solicitud de un Uber es un buen ejemplo del ciclo. La conversación de acción puede ser una fuente inmensa de incomodidad cuando no se tiene el cuidado de cerrar el ciclo, como es el caso de las conversaciones entre etnias y gobierno, donde el gobierno nunca tiene el cuidado de cerrar el compromiso y las etnias por ello tienen cuenta de miles de compromisos adquiridos que hoy el gobierno no puede cumplir.
Justamente, hay una conversación que ha cambiado la historia de los pueblos: los procesos de paz… Las conversaciones de paz se basan en poder cambiar las motivaciones mutuas de odio y destrucción por una motivación positiva de colaboración y convivencia. Recíprocamente, la consecuencia producto de una conversación con la vida en que se reconoce generosa y una conversación con nosotros como capaces de acceder a su riqueza, hace posible la aceptación del otro y la conversación auténtica. Mirando en perspectiva el caso nuestro, es evidente que el país necesita elevar sus motivaciones para construir un ambiente fresco de ideas nuevas. Otra conversación que usted resalta es la de la democracia. ¿Qué aporta? A la gente le gusta conversar sobre los asuntos públicos porque ellos los afectan profundamente. Cuando esas conversaciones se organizan y el gobierno las tiene en cuenta, se puede decir que la democracia funciona y la sociedad civil existe. En las zonas de violencia, por ejemplo, la gente está sometida a una cultura de silencio que impide que surja una sociedad civil capaz de conversar con los gobiernos y de influir en ellos. Las elecciones se dan, pero no existe democracia.
¿Por qué usted compara al unicornio con las campañas políticas? ¿Qué tipo de conversación se establece ahí?
Rilke, en un bello poema, 'El Unicornio', habla del unicornio como un animal que no existió, que se nutrió de ser posible que existiera y que esto le dio fuerza al animal e hizo que lo amaran. La campaña electoral es un proceso en que los candidatos hablan con los ciudadanos, entienden las incomodidades de la gente, y van creando de sí mismos una imagen de un líder que no existe y de su gobierno, imagen que va cogiendo fuerza porque la gente se va comprometiendo con esa posibilidad. Ese es el arte de la campaña y la paradoja democrática: crear imágenes que no existen y que conquistan el poder y mandatarios de carne y hueso enfrentados a problemas reales que los abruman y los sobrepasan.
Hablemos del futuro. ¿Cómo vislumbra los diálogos con las máquinas?
Turing, el famoso matemático inglés, conjeturaba que era posible construir un computador y que una persona al conversar con el computador no pudiera saber si conversaba con una persona o con una máquina. Es indudable que a ello nos acercaremos cada día. Sin embargo, hay espacio para el optimismo, pues todo lo que ha inventado la humanidad, ha logrado convertirlo en mecanismo de progreso y calidad de vida. La tecnología no es la excepción y no lo ha sido, y se puede ser optimista de que ella seguirá siendo instrumento de progreso y que los problemas que hoy enfrenta la especie los sabrá resolver como lo ha hecho en el pasado.
Artículo tomado de eltiempo.com
Por: Carlos Restrepo
Comments